domingo, 8 de noviembre de 2009

martes, 27 de octubre de 2009

Tarde


(A Ricardo, por lo que quedó)

Mirando las sierras
asoma la luna de mayo.
Ya no quiero esto,
pensé una noche enojada.
Aún podía verte
en medio de la oscuridad
tu paso decidido se va, se va...
no vuelve más.
Preguntas qué queda?
No sé... el recuerdo tal vez
de un amor hecho sin tiempo
de largas y vanas esperas
de manos vacías y olvidos
una promesa incumplida
de caricias al amanecer
buscando sus rasgos
en otra cara y otro cuerpo.
Cómo decir sin mirarte
que sé que me has querido?
Fue un anhelo infinito
de noches sin sueños
y de regalo dos libros,
unos versos, una rosa.
Me queda la risa, la ternura
la luna de mayo...
Te dejo mirando las sierras,
soñando alcanzar un sueño
y encontrar al fin del día
el silencio, el alma vacía
la nada, el llanto en la mirada.
No sabría decirlo de otra manera:
Nos desunió un enero en el mar
una noche sin voz y sin luna
cuando yo te vi pasar
brisa de verano, arena mojada
yo te vi pasar...
Volví sola y llorando.
Es el final? dijiste.No lo sé,
pero lo miro y te le pareces
Qué importa el después
si es noche y tiene tus rasgos
si de nuevo estoy sola
aunque estés a mi lado
y hay una voz que canta
y no, no es la mía.
¿Es tarde? pregunto confundida
No, no es tarde, has respondido.
Los dos sabemos con certeza
que piadosamente, has mentido.


Miriam P. Molina (Azul, Argentina)

lunes, 20 de julio de 2009

Noviembre


(Ya lo sé. No será tan fácil ahora ir tras la huella de tus pasos, como antes. Ahora que estás advertido)

Algo me dice que te he perdido.
Todavía no lo sé pero es un silencio a gritos en el mar negro de tus ojos, en la dulzura de la despedida. En la ternura de tus labios sobre mi frente.
Me niego con todas mis fuerzas a pensarlo, es cierto. Tan atrozmente cierto como que lo nuestro no tiene futuro y que nunca he dejado de quererte.
Me miras y me besas abrazándome. Tus ojos son esa última carta de amor... y el beso, un temido adiós.
Yo sé que me has querido como no quisiste a nadie. Yo también te quiero. Cómo no amarte?
Siento tu pecho agitado en la despedida y estoy temblando en tus brazos. No puedo respirar, tengo la boca reseca y sé que voy al dolor de tu partida. Daría lo que no tengo porque te quedaras conmigo y me amaras. Por un instante de caricias que no aprendiste a mi lado. Te doy el mundo a cambio de quedarte.
Fue tan breve el amor... Y ni siquiera sé cómo fue, ni en qué sutil y fugaz momento que me halló desprevenida, te arrancaron de mí.
Tarde de Noviembre.
Te miro y te abrazo por última vez aunque todavía no lo sé. De saberlo me quedaría aferrada a tu cuerpo para siempre y no te morirías sin volver a besarme.
Cae la tarde y de a poco comprendo que no estarás bajo la lluvia esperándome, con el hogar encendido y oliendo a café. También sé que es inútil tratar de retenerte... Mi amor volverá a ser ese mendigo que siguió tus pasos desde lejos y sin que lo notaras. Sin pedir nada.
Supe que te amaba desde aquél momento en que te vi y procuré ignorarte en otros brazos y otra cama. Ya sabes lo que ha pasado en esos momentos miserables... Hasta ese día en que nuestros caminos se cruzaron y fuimos una sola huella en el mismo sentido.
Sé que es inútil luchar y tratar de deshacer el amor. Como sé que al irte te llevarás mi beso y mi vida en la palma de tu mano. No habrá otro amor ni susurros descuidados esparcidos en la noche. Ni tampoco es posible el olvido.
Pena de naranjo en flor, llorando sur con alma de bandoneón, acordes de un mañana que nunca llega. Y el encanto de tu voz en la noche...y la luna en tu ventana.
Cierro los ojos para verte... y tienes el mismo encanto de la tarde al caer el sol. Quisiera estar así de serena en el ocaso de este amor.
Hoy sé que te he perdido, como sé con absoluta certeza que no has de volver y que ésta, fue la última vez.
La última vez que brillaste para mí, que desabrochaste mi blusa y vi tu sombra recortada en la penumbra. La última vez que mis labios te acariciaron creyendo que habría otra vez.
Sonrío con la misma ternura con que invades mi mente en mil imágenes distintas .
Mi corazón desesperado va llorando y te veo a través de los años: tu mirada inquisidora aquella tarde de noviembre, tu abrazo, la ternura de tus ojos negros. La noche, la casa de la playa y la rompiente que besa mansa la arena, barbada de espuma tu cara... no hubo más amor en mi vida.
Y ya no trato de olvidarte...
Cómo no amarte con locura? Si te he soñado toda una vida y me has dado tanto, tanto amor ... y hoy al despertar de mi sueño no te encontré.
Ahora sé que no encenderás las noches de julio, ni brindaremos por los dos mientras suenan los acordes de una guitara o un bandoneón. Se habrán perdido en nuestros cuerpos irremediablemente muertas de ganas, las caricias mitad suaves, mitad frenéticas... Y te irás sin sonreir al caer la noche.
Nos quedaremos sin besos desesperados las tardes de noviembre con el sol en la ventana, durmiendo sobre almohadas diferentes.
Mi corazón no se resigna a perderte y vuelve a traerte desde el ayer... y de nuevo, te dejas querer.
Las lágrimas no cesan de rodar por mis mejillas, resplandor de amor que el tiempo no apagó. Sabrás que nunca, nunca he dejado de amarte, tanto como yo sé que hoy te he perdido.
Puedo presentir en tu silencio las palabras que no dirás en el teléfono y con las que me nombrabas. Y el embrujo de tu sonrisa desdibujada en el adiós, nublando la razón.
Era noviembre cuando todavía volaba con las alas de mis sueños y sonreía feliz, confiada, porque me habitabas en ellos. Entonces el mundo era mágico, porque estabas a mi lado. Porque todavía no me habías dejado y me cegaba el amor.
Yo no sabía aún de ese encuentro sombrío que habría de dejarme el alma desnuda y las alas rotas. Sin amor y sin olvido.
Sé que te irás sin sonrerir mientras murmuro descreída, que te he perdido.
No quiero que te vayas. No sabría dónde buscarte y menos aún, donde encontrarte para amarte en silencio, sólo con el pensamiento y la mirada. Ni dónde seguir la huella de tus pasos, para que no te mueras lejos de mí y sin volver a besarme.
Yo no sabía amor, no sabía que habrías de surcar otros cielos tan lejos . Ahora te veo con los ojos del alma y tienes el mismo encanto y la infinita ternura de veinte años de amor.
Presiento que al irte nos quedaremos con esta historia de amor inconclusa, apresurando el adios. Sé que nunca has querido volver....
Noviembre por la tarde.Te pido un último abrazo.
No quiero que te vayas pero no diré nada. No habrá palabras, sólo el gesto y la mirada. Hemos aprendido juntos a no bastardear los sentimientos, a no mendigar por amor y a respetarnos. Sé que no te mereces un mal pago.
Sé que me has amado más allá de cualquier circunstancia. Sabes que te amo demasiado como para no desear tu felicidad y yo misma seré quien abra tus alas para ayudarte a volar... aunque no habrás de seguir mi vuelo.
Recuerdo la noche que me lo dijiste junto a la cama: todavía mis sueños no estaban rotos y mi ilusión brillaba intacta. Era feliz con sólo mirarte. Todavía el mundo era mágico, porque aún no me habías dejado y no estabas dispuesto a darme sólo migajas.
Hoy te he perdido y es para siempre aunque todavía no lo sé.
Casi puedo imaginar tu gesto dormido.
Al caer la tarde, no me buscarás entre las fantasmales sombras de calles que emboscan como diagonales , ni oiré el eco de tus pasos al dar vuelta la esquina.
Y ahora que pareces dormido, no sé cómo seguir. Yo, que quería morir a tu lado, abrazada a tu cuerpo para no dejarte tan solo y tan oscuro en ese lugar.
Ya lo sé...
No habrá sur, ni luna, ni después... Ya no buscaremos juntos esas llaves que siempre perdías. No habrá flores ni champagne sobre la mesa, ni hablaremos de aquella muchacha que te amó y se fue, pero nunca te dejó.
Tal vez sabrás mañana al despertar mi tristeza de esta noche al imaginarte, ahora...
Ahora que me has enseñado y yo he aprendido, que el tuyo era un amor más tranquilo, y el mío, apasionado. Que tras la profunda oscuridad de la noche nace la luz del día, con más fuerza y que aún es posible morir de amor.

Y que ahora que no estás el cielo es apenas un puñado de estrellas donde evocar nuestra historia de amor al caer la noche. Allí, donde duermen los ángeles. Y pareces dormido.
Te extraño tanto, tanto amor...

Miriam Patricia Molina (Azul, Argentina)

jueves, 2 de julio de 2009

Strappo


Quando chiuderò la porta,

finirà una vita.

Un intero ciclo cosmico

viaggerà nella mia valigia.

Non apparterrà mai a nessun altro

questa casa.

Rimarrà per sempre mia.

Coloro che l’abiteranno in futuro

troveranno

scampoli della mia vita

sparpagliati ovunque:

il mio odore in bagno,

uno sguardo imprigionato dentro il forno,

la mia voce nascosta in un cassetto,

un bacio caduto sulla poltrona,

una carezza dimenticata all’ingresso…

Lascio tanto di me

che sarà più leggero

il bagaglio di ritorno.

Non perdo niente, lo so.

Lo do soltando in pegno.

Tornerò inaspettatamente

qualche giorno

per rivendicarlo.

Non perdo niente, lo so.

Mi porto via tante cose

che non avevo al mio arrivo.

Cose di quelle che non appesantiscono,

che non ostacolano il viaggio,

che lasciano libere le ali

ed spingono a volare.

Arriverà il giorno

in cui dovrò chiudere la porta, sì.

Sento che si avvicina.

Ma nessuna chiave potrà sbarrare mai

l’orizzonte aperto.

Non apparterrà mai a nessun altro

questa casa.

Sa troppo di noi.

Sa troppo di me.

Rimarrò per sempre sua.

(Pisa, 18 giugno 1996)

Salomé Guadalupe Ingelmo

jueves, 4 de junio de 2009

Al caer la noche


Porque la noche cae maldita, poblada de recuerdos y fantasmales sombras... y se agiganta la impiedad de su negrura con la tormenta. Viento que castiga las ventanas y golpea mi soledad que no es nueva... compañera de la vida y de las noches.
Es viernes y llueve otra vez sobre mi calle, mi casa y mi alma. Podría agregar que estoy sola y que nadie te reemplaza, y que mi llanto besa incansable tu recuerdo, y te veo ... te veo a través de los años, sentado, micrófono en mano, siempre cantando y te acaricio en esa última noche de tango y amor, o amor de tango en Buenos Aires.
Yo te amé en silencio (veinte años de amor te he dado) y ahora ese silencio grita que no estás, que no estás y que no has de volver. Yo te amé. ¿Después? todo fue el ayer. Y yo no lo supe ver: no aprendí a ser feliz con lo poquito que simplemente me dabas.
Al caer la noche mis ojos apenas pueden adivinarte tras el manto de lágrimas que brotan en cascada... siempre dueles amor de lejos.
Abro el correo: otro día sin cartas tuyas. Otro día sin noticias tuyas. Yo tampoco te escribo, aunque por distintas razones. Simplemente me he alejado para llorar el ocaso de este amor (mi pena) lejos de tu mirada. Acaso ahora, tu espíritu aventurero y romántico, se sienta más tranquilo y más libre... y tu voz, tu voz ronca de tango y alcohol, tu voz que adoro pueda cantarle los mismos versos a otro amor, que sé bien no te ha de mirar como yo...
Por si acaso algún día de éstos algo en tu vida y en tu sangre te lleve a recordarme, al despertar en este diario transitar hacia la muerte, por si acado dejo mi puerta abierta y una luz encendida, para que encuentres la casa en la oscuridad. Por si en algún momento de alguna noche de algún día, vuelvas a buscarme viejo amor y brindemos por los dos.
Es cierto, lo dijiste...sería una espera incierta, cargada de ilusiones, de excusas y hasta de mentiras.
Ahora cae la noche y no te tengo (antes tampoco) pero de algún modo todo es más claro... nadie te reemplaza, aunque los años pasan y la piel se arruga. No es tiempo del remanso aún, y tampoco me has enseñado a volar ...
Llega carta de Neuquén: gente del partido del gobernador que conocí en esos viajes de entonces... y también de Marisa y Carlos, pero no hay noticias tuyas.
A Carlos le gusta la montaña... habla con esntuasiasmo de Uspallata, Potrerillos y ha escalado y acampado en las laderas del Aconcagua, llevando contingentes de estudiantes, en la época en que era cura.
Cuenta que los lugares más bonitos están custodiados por serpientes y de las piedras movedizas cerca de Puente del Inca y del chico que supo rescatar doscientos metros ladera abajo y al borde de un precipicio.
Yo estuve ahí, en la base del cerro, donde se alistan para el ascenso los cargamentos de mulas y donde comienzas a sentir las dificultades para respirar.
A pocos kilómetros hay una enorme playa de estacionamiento: allí, en Las Cuevas, esperan miles de camiones que abran el paso hacia Chile cuando la nieve cubre todo y el túnel se cierra.
Hay un pequeño cementerio de andinistas en medio de la nada, donde los que alli descansan viniendo de todas partes del mundo, han dejado sus botas, sus credos y alguna que otra carta de un ser amado en la otra orilla y un puñado de sueños sin alcanzar. Da tristeza verlo...
Llegando a Uspallatta, en una curva del camino la montaña aparece imponente y de golpe ante los ojos, parece cerrarte el paso, y lo domina todo. Conozco el lugar. También me habla del destierro que sufrió cuando su familia que lo veía como un dios, se resignaba a verlo como hombre cuando dejó los hábitos... y sin embargo, siempre fue el mismo. Semejante a vos, que eras mi dios y ahora eres mi amor perdido... y la tristeza de mis ojos. No supe ver...
Y es siempre la noche, la noche que cae trayendo tu recuerdo y no te he olvido, tampoco pude reemplazarte: aquélla mujer que fui y besaste se quedó para siempre en tus brazos. ... ¿yo? Yo soy apenas un corazón que escribe, siempre para vos. No hubo otro amor en mi vida.
Supe desde siempre que no te tendría... alguien quiso separarnos y no luchamos. No te culpo: hacé lo que debas, dije, que yo por quererte tanto sabré entender... y te alejaste, sabiendo algo que yo aún ignoro. Y nos quedamos sin verso y sin olvido.
Ya no caminaremos de la mano por ese parque al que iba tan sólo para contemplarte, ni te alcanzaré una taza de té, ni secaré el sudor de tu fiebre en las noches.
Sentado en el umbral, tu voz ronca de tango y alcohol, no cantará para mí la historia de Jacinto, ni el secreto que esconden los versos de "Sur" ni aquél amor perdido llorado en la letra de una canción, y es nuestra historia la que canta tu voz de tango y no te escucho en esta tarde gris y con ganas de llorar.
Ya lo sé... nada te traerá hasta mí, ni la noche de Julio, ni el recuerdo de mi amor sentido. Estás lejos amor, lejos. Y sin embargo te espero, entre tardes que otoñan mi vida y noches de recuerdos donde te acuestas a mi lado y me abrazas con ternura... y cantas, siempre cantas para mí.
Y al caer la noche, mi voz envejecida de espera y ausencia murmurará descreída un último ruego:

Noche, tráemelo... tráelo, pero date prisa: estoy envejeciendo. Y la noche salió a buscarlo.

Miriam Patricia Molina