lunes, 20 de julio de 2009

Noviembre


(Ya lo sé. No será tan fácil ahora ir tras la huella de tus pasos, como antes. Ahora que estás advertido)

Algo me dice que te he perdido.
Todavía no lo sé pero es un silencio a gritos en el mar negro de tus ojos, en la dulzura de la despedida. En la ternura de tus labios sobre mi frente.
Me niego con todas mis fuerzas a pensarlo, es cierto. Tan atrozmente cierto como que lo nuestro no tiene futuro y que nunca he dejado de quererte.
Me miras y me besas abrazándome. Tus ojos son esa última carta de amor... y el beso, un temido adiós.
Yo sé que me has querido como no quisiste a nadie. Yo también te quiero. Cómo no amarte?
Siento tu pecho agitado en la despedida y estoy temblando en tus brazos. No puedo respirar, tengo la boca reseca y sé que voy al dolor de tu partida. Daría lo que no tengo porque te quedaras conmigo y me amaras. Por un instante de caricias que no aprendiste a mi lado. Te doy el mundo a cambio de quedarte.
Fue tan breve el amor... Y ni siquiera sé cómo fue, ni en qué sutil y fugaz momento que me halló desprevenida, te arrancaron de mí.
Tarde de Noviembre.
Te miro y te abrazo por última vez aunque todavía no lo sé. De saberlo me quedaría aferrada a tu cuerpo para siempre y no te morirías sin volver a besarme.
Cae la tarde y de a poco comprendo que no estarás bajo la lluvia esperándome, con el hogar encendido y oliendo a café. También sé que es inútil tratar de retenerte... Mi amor volverá a ser ese mendigo que siguió tus pasos desde lejos y sin que lo notaras. Sin pedir nada.
Supe que te amaba desde aquél momento en que te vi y procuré ignorarte en otros brazos y otra cama. Ya sabes lo que ha pasado en esos momentos miserables... Hasta ese día en que nuestros caminos se cruzaron y fuimos una sola huella en el mismo sentido.
Sé que es inútil luchar y tratar de deshacer el amor. Como sé que al irte te llevarás mi beso y mi vida en la palma de tu mano. No habrá otro amor ni susurros descuidados esparcidos en la noche. Ni tampoco es posible el olvido.
Pena de naranjo en flor, llorando sur con alma de bandoneón, acordes de un mañana que nunca llega. Y el encanto de tu voz en la noche...y la luna en tu ventana.
Cierro los ojos para verte... y tienes el mismo encanto de la tarde al caer el sol. Quisiera estar así de serena en el ocaso de este amor.
Hoy sé que te he perdido, como sé con absoluta certeza que no has de volver y que ésta, fue la última vez.
La última vez que brillaste para mí, que desabrochaste mi blusa y vi tu sombra recortada en la penumbra. La última vez que mis labios te acariciaron creyendo que habría otra vez.
Sonrío con la misma ternura con que invades mi mente en mil imágenes distintas .
Mi corazón desesperado va llorando y te veo a través de los años: tu mirada inquisidora aquella tarde de noviembre, tu abrazo, la ternura de tus ojos negros. La noche, la casa de la playa y la rompiente que besa mansa la arena, barbada de espuma tu cara... no hubo más amor en mi vida.
Y ya no trato de olvidarte...
Cómo no amarte con locura? Si te he soñado toda una vida y me has dado tanto, tanto amor ... y hoy al despertar de mi sueño no te encontré.
Ahora sé que no encenderás las noches de julio, ni brindaremos por los dos mientras suenan los acordes de una guitara o un bandoneón. Se habrán perdido en nuestros cuerpos irremediablemente muertas de ganas, las caricias mitad suaves, mitad frenéticas... Y te irás sin sonreir al caer la noche.
Nos quedaremos sin besos desesperados las tardes de noviembre con el sol en la ventana, durmiendo sobre almohadas diferentes.
Mi corazón no se resigna a perderte y vuelve a traerte desde el ayer... y de nuevo, te dejas querer.
Las lágrimas no cesan de rodar por mis mejillas, resplandor de amor que el tiempo no apagó. Sabrás que nunca, nunca he dejado de amarte, tanto como yo sé que hoy te he perdido.
Puedo presentir en tu silencio las palabras que no dirás en el teléfono y con las que me nombrabas. Y el embrujo de tu sonrisa desdibujada en el adiós, nublando la razón.
Era noviembre cuando todavía volaba con las alas de mis sueños y sonreía feliz, confiada, porque me habitabas en ellos. Entonces el mundo era mágico, porque estabas a mi lado. Porque todavía no me habías dejado y me cegaba el amor.
Yo no sabía aún de ese encuentro sombrío que habría de dejarme el alma desnuda y las alas rotas. Sin amor y sin olvido.
Sé que te irás sin sonrerir mientras murmuro descreída, que te he perdido.
No quiero que te vayas. No sabría dónde buscarte y menos aún, donde encontrarte para amarte en silencio, sólo con el pensamiento y la mirada. Ni dónde seguir la huella de tus pasos, para que no te mueras lejos de mí y sin volver a besarme.
Yo no sabía amor, no sabía que habrías de surcar otros cielos tan lejos . Ahora te veo con los ojos del alma y tienes el mismo encanto y la infinita ternura de veinte años de amor.
Presiento que al irte nos quedaremos con esta historia de amor inconclusa, apresurando el adios. Sé que nunca has querido volver....
Noviembre por la tarde.Te pido un último abrazo.
No quiero que te vayas pero no diré nada. No habrá palabras, sólo el gesto y la mirada. Hemos aprendido juntos a no bastardear los sentimientos, a no mendigar por amor y a respetarnos. Sé que no te mereces un mal pago.
Sé que me has amado más allá de cualquier circunstancia. Sabes que te amo demasiado como para no desear tu felicidad y yo misma seré quien abra tus alas para ayudarte a volar... aunque no habrás de seguir mi vuelo.
Recuerdo la noche que me lo dijiste junto a la cama: todavía mis sueños no estaban rotos y mi ilusión brillaba intacta. Era feliz con sólo mirarte. Todavía el mundo era mágico, porque aún no me habías dejado y no estabas dispuesto a darme sólo migajas.
Hoy te he perdido y es para siempre aunque todavía no lo sé.
Casi puedo imaginar tu gesto dormido.
Al caer la tarde, no me buscarás entre las fantasmales sombras de calles que emboscan como diagonales , ni oiré el eco de tus pasos al dar vuelta la esquina.
Y ahora que pareces dormido, no sé cómo seguir. Yo, que quería morir a tu lado, abrazada a tu cuerpo para no dejarte tan solo y tan oscuro en ese lugar.
Ya lo sé...
No habrá sur, ni luna, ni después... Ya no buscaremos juntos esas llaves que siempre perdías. No habrá flores ni champagne sobre la mesa, ni hablaremos de aquella muchacha que te amó y se fue, pero nunca te dejó.
Tal vez sabrás mañana al despertar mi tristeza de esta noche al imaginarte, ahora...
Ahora que me has enseñado y yo he aprendido, que el tuyo era un amor más tranquilo, y el mío, apasionado. Que tras la profunda oscuridad de la noche nace la luz del día, con más fuerza y que aún es posible morir de amor.

Y que ahora que no estás el cielo es apenas un puñado de estrellas donde evocar nuestra historia de amor al caer la noche. Allí, donde duermen los ángeles. Y pareces dormido.
Te extraño tanto, tanto amor...

Miriam Patricia Molina (Azul, Argentina)